Y en el alma la nieve, de tanto amor, ardía
Por J. Á. Vela del Campo
El momento histórico predisponía a un estallido de las pasiones del alma a través de la palabra. La novela, el teatro, la ópera, coincidían en sus aspiraciones humanistas. Es el tiempo de Cervantes, Shakespeare y Monteverdi. Es el tiempo de “Don Quijote de la Mancha”, de “King Lear”, de “L’Orfeo”: la plenitud de la palabra en su manifestación más puramente narrativa, en su cercanía teatral, en una poesía de las emociones que brotaba sin cesar con el estímulo de la música. El tránsito del Renacimiento al Barroco se asienta además en una cultura de la eternidad. Hoy, como ayer, lo que verdaderamente importa es todo aquello que concierne a los sentimientos interiores. Y así sigue haciendo hoy compañía, y estimulando la fantasía, la imaginación literaria de Miguel de Cervantes. Y continúan hoy conmoviendo por su análisis de la condición humana los grandes dramas de William Shakespeare. Y es hoy más moderno que nunca Claudio Monteverdi, sea en los madrigales guerreros y amorosos, sea en las selvas espirituales y morales, sea en los dramas musicales mitológicos o históricos, gracias a la profundidad de una música que está dirigida directamente al corazón humano. No es una cuestión de estilo, al menos en primer lugar. Es una cuestión de compromiso artístico con el ser humano y sus circunstancias.
Al escuchar el “Lamento de la Ninfa” o el “Combattimento di Tancredi e Clorinda”, pongamos por caso, en las cuidadas versiones de Fahmi Alqhai y la Accademia del Piacere, he vuelto a comprobar que algunas veces, raras veces, el tiempo se detiene, o, como decía Fray Luis de León, en su tantas veces recordada Oda a Salinas, “el aire se serena y viste de hermosura y luz no usada…” Serenidad, hermosura, una luz especial. No se puede cantar con más desgarro y sensibilidad el dolor de la ausencia de amor de un ser querido, que como propone Monteverdi en el “Lamento de la Ninfa”, acompañando con extrema delicadeza musical esos versos en los que la mujer traicionada se lamenta de que su rival “tiene un mirar sereno, pero abriga su pecho una fe menos hermosa que la mía. Ni de su boca besos más dulces se destilan como los que en mi boca, ay, calla, él se bebía”. Historia de amor no correspondido a la que Monteverdi, inspirándose en una canzonetta de Ottavio Rinuccini, responde con una expresión musical en la que se conjugan a partes iguales la melancolía y la reflexión. “Y en el alma la nieve, de tanto amor, ardía.” Bellísimo.
En “Il Combattimento” alcanza Monteverdi sus más altas cotas de teatralidad. Hay que abandonarse sin reservas a su manera de contar en música, a los placeres que despierta, a esa luz sugerida que sirve de guía en la niebla y aún en la oscuridad. La violencia y la guerra, la venganza y el odio, la identidad y el deseo, prefiguran situaciones o estados de ánimo, si se quiere, bajo el signo de la provisionalidad. Como apunta Torquato Tasso en “Jerusalén liberada”, obra a la que recurre Monteverdi, lo que prevalece es una manera de estar, de palpitar, de sufrir o de amar. “¿Qué celebras? Tus triunfos serán tristes; tu arrogancia, infeliz”, se dice, o, más adelante, “qué desgraciados somos”, antes de llegar a la conmovedora expresión final de Clorinda “Amigo, me venciste. Te perdono. Perdona tú mi alma, no mi cuerpo que muere ya. Reza por ella”. Texto y música se funden en una manifestación artística que desentraña las pasiones más contradictorias. Todo es relativo, pero las dudas humanizan y contribuyen a definir el estilo representativo.
Monteverdi: el compositor de los afectos, de la cercanía emocional, del placer tranquilo e intenso. Escuchen con atención esta grabación. Es un viaje interior al corazón del alma. Invita a pensar, a sentir, a gozar, a vivir.

AMORI DI MARTE
ACCADEMIA DEL PIACERE
FAHMI ALQHAI, viola da gamba y dirección
Juan Sancho, tenor
Mariví Blasco, soprano
Lambert Climent, tenor
Javier Jiménez Cuevas, bajo
Tomas y edición: Sputnik (Jordi Gil)
Claudio Monteverdi
1. L’Orfeo: Toccata (2:04)
2. Combattimento di Tancredi e Clorinda (20:34)
3. Il Ballo delle Ingrate: Entrata (2:30)
4. Lamento della Ninfa (9:33)
5. Il ritorno d’Ulisse in patria: Sinfonia avanti il Prologo (1:05)
6. Sonate Op. XXII: Passacalio (5:23) (Biagio Marini)
7. Tempro la cetra (8:49)
8. Non vedrò mai le stelle (5:13)
9. Et è pur dunque vero (6:35)
10. Sonata å 6 violis (3:41) (Antonio Bertali)
Información de los tracks
Claudio Monteverdi
Claudio Monteverdi
Claudio Monteverdi
Claudio Monteverdi
Claudio Monteverdi
Biagio Marini
Claudio Monteverdi
Disminuciones de Fahmi Alqhai sobre el madrigal de Claudio Monteverdi
Claudio Monteverdi
Antonio Bertali