GUGURUMBÉ
Las raíces negras
(versión concierto)
Fahmi Alqhai, viola da gamba y dirección
Quiteria Muñoz, soprano
Rocío Márquez, cantaora
Dani de Morón, guitarra flamenca
ACCADEMIA DEL PIACERE
Rami Alqhai y Johanna Rose, violas da gamba
Carles Blanch, guitarra barroca
Javier Núñez, clave
Agustín Diassera, percusión
Programa
“Florida estaba la rosa” (Ensalada La Negrina) & Alegrías de Córdoba & “San Sabeya, gugurumbé” (Ensalada La Negrina)
Mateo Flecha “el Viejo” (1481-1553) & popular & Agustín Diassera
Milonga
Popular
La Negra Atilia
Pablo Camacaro (n. 1947). Arr.: Fahmi Alqhai
Jácara & Bulería
Fahmi Alqhai & Dani de Morón
Fandangos
Santiago de Murcia (1673-1739) & Fahmi Alqhai
Canción de cuna para dormir a un negrito
Xavier Montsalvatge (1912-2002). Arr.: Fahmi Alqhai
Cachua serranita & Tonada El congo
Códice Trujillo del Perú (c. 1782)
Arreglos y adaptaciones: Fahmi Alqhai
Resumen breve
Accademia del Piacere realiza una versión de concierto de las músicas de Gugurumbé. espectáculo sobre la influencia afroamericana en la música española del Barroco cuya versión coreografiada dirige escénicamente Antonio Ruz. Con Fahmi Alqhai, Dani de Morón, Quiteria Muñoz y Rocío Márquez.
Notas al programa
Un lindo baile veréis
con que buen rato tengáis
(…)
Pero advierte que es guineo
enjerto en indio, que allá
todas estas mezclas veo
Lope de Vega, “Servir a señor discreto”
Gugurumbé es una indagación artística por las danzas populares hispanas desde el siglo XVI: un mundo fuertemente influenciado por la música negra llegada a través de los intercambios con América, y que constituye las mismas raíces del hoy denominado flamenco.
La influencia del África subsahariana es uno de los grandes cajones por abrir de la música y la danza barrocas europeas. Sea por menosprecio racista y colonial –que diría un posmoderno woke–, sea por desprecio hacia las músicas de las clases bajas –que diría un marxista clásico– o sea por la escasez de fuentes escritas inherente a la música de tradición oral, lo cierto es que hasta tiempos recientes se ha prestado poca atención a la influencia puramente musical del folklore ultramarino sobre la música culta europea en ese momento histórico. Y ello pese a ser técnicamente bastante evidente, e históricamente del todo coherente con los hechos conocidos: no solo hay testimonios de músicos esclavos de origen subsahariano desde tiempos del descubrimiento de América (al servicio de los duques de Medina Sidonia, por ejemplo), sino docenas de referencias escritas de cómo sus danzas llegaban a la Península, muchas de ellas a través de América y de una Sevilla cuyos habitantes “se parecían a los trebejos del ajedrez: tantos prietos como blancos”, y en cuyas plazas sabemos que solían juntarse los esclavos de color: por ejemplo en la de Santa María la Blanca según el entremés Los mirones, atribuido a Cervantes.
En la revolución armónica y rítmica que allá por 1600 agitó la Península Ibérica se leen rasgos inequívocos de esa música y de sus bailes, infiltrados en los compases y ruedas de acordes desembarcados en Lisboa y Sevilla, como zarabandas, folías y guineos. Procedentes algunos de los propios puertos africanos, pero muchos más de las colonias americanas, entre el trasiego incesante de esclavos, oros y mercancías llegaron esas danzas y canciones que globalizaron para siempre la cultura popular y escandalizaron a los moralistas del momento por su sensualidad: lascivos bailes que parece que el demonio los ha sacado del infierno, en palabras de Rodrigo Caro (1626), jácaras, pasacalles, chaconas y otra gran tropa de este género pasaron pronto de las calles a los libros de guitarra y los entreactos teatrales, y de ahí a los salones de la aristocracia, pero también al sustrato de lo que luego llamaríamos flamenco.
Partiremos de las fuentes musicales históricas llegadas hasta hoy desde esa España, y entre ellas de parodias como los villancicos de negros españoles y americanos (así, Gugurumbé de La negrina de Mateo Flecha, que da título al programa) y de danzas como esas chaconas, jácaras y guineos, para conectarlas a través de su misma esencia rítmica y armónica con las danzas del flamenco, como fandangos, alegrías y bulerías, y llegar con ellas hasta la misma orilla de nuestro siglo XXI.
Juan Ramón Lara